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Por qué la globalización está en la cuerda floja (y qué puede venir)

"El futuro no pertenece a los globalistas. El futuro pertenece a los patriotas", declaró ante la Asamblea General de la ONU Donald Trump en 2019, mientras que, al otro lado del Atlántico, el premier británico Boris Johnson impulsaba su Brexit.

Y los gobiernos cambiaron, pero el discurso no tanto.

"Nuestro futuro manufacturero, nuestro futuro económico, nuestras soluciones de la crisis climática, todo se hará en Estados Unidos", dijo en la Casa Blanca Joe Biden al anunciar sus compromisos "Made in America" en 2022.

¿Se dictó sentencia de muerte a la globalización?

"Cuelga la espada de Damocles, el peligro de una nueva fragmentación del mundo, de la desglobalización y el desacoplamiento", le dijo el canciller alemán Olaf Scholzle al Foro Económico Mundial de 2023, al expresar su preocupación de que el mundo se está desmoronando política y económicamente.

¿Por qué los temores?

¿Estamos realmente a puertas de la desglobalización?

Comenzó en los 90

Precisemos primero de qué estamos hablando.

La globalización es el proceso por el cual las personas y los bienes se mueven fácilmente a través de las fronteras, según el World Economic Forum.

Principalmente, es un concepto económico: la integración de mercados, comercio e inversiones con pocas barreras para frenar el flujo de productos y servicios entre naciones.

"El maremoto de globalización que hemos experimentado comenzó alrededor de 1990, con el final de la Guerra Fría y la apertura de China, la integración de Europa, los acuerdos globales para reducir las barreras comerciales y el desarrollo de internet", explicó Ian Goldin, profesor de globalización y desarrollo de la Universidad de Oxford, en el programa Analisys de la BBC.

Pedazo del Muro de Berlín

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La caída del Muro de Berlín fue uno de los factores que facilitó la globalización.

Para Goldin, "si bien la globalización está lejos de ser perfecta, necesita ser mejorada, no destruida".

"La gente olvida que la globalización sacó a más de mil millones de personas de la pobreza, no solo en China sino en otras partes del mundo", señaló Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

"El comercio global reduce los costos, difunde el conocimiento y ayuda a las economías a escalar a través de los efectos indirectos de las tecnologías, lo que beneficia a los mercados emergentes y a los países en desarrollo", aseguró.

La OMC evaluó el impacto de lo que podría suceder si el mundo se divide en bloques comerciales separados. Según sus cálculos, las consecuencias son significativas.

"Descubrimos que le costaría al mundo una pérdida del 5% en el PIB mundial a largo plazo. Es como decir que perdemos toda la economía de Japón... eso es enorme.

Por todo eso, declaró: "Comparto las preocupaciones sobre la era en la que estamos entrando".

Si la globalización es tan buena, ¿por que algunos países ahora están poniendo barreras?

Cambio de opinión

La creciente ola de proteccionismo no es exclusiva de EE.UU., pero lo que ocurre en ese país llama la atención no sólo porque aún es la principal superpotencia, sino porque fue la fuerza impulsora de la globalización.

El expresidente de EE.UU., Bill Clinton (izq), con el presidente de China, Xi Jinping, durante una reunión en 2013 en Beijing, China.

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El expresidente de EE.UU., Bill Clinton, con el presidente de China, Xi Jinping, reunidos en 2013 en Pekín.

"Aquí en Estados Unidos, debemos tomarnos un momento para reconocer que uno de los factores clave detrás de la gran prosperidad de nuestra nación es la política de comercio abierto que permite al pueblo estadounidense intercambiar libremente bienes y servicios con personas libres de todo el mundo", dijo Ronald Reagan en 1988

Y 12 años después, Bill Clinton aseveró: "Es muy importante que China ingrese a la OMC para garantizar que sus mercados estén abiertos para nosotros, así tengamos que abrir nuestros mercados a China, y para promover la paz y la estabilidad en Asia, incrementando la posibilidad de un cambio positivo en China".

El crecimiento de China en general ha sido inmensamente beneficioso para las empresas y los consumidores estadounidenses. Entonces, ¿por qué alejarse de un mercado tan lucrativo?

"No hay duda de que EE.UU. ha decidido seguir una política para detener el crecimiento de China. De alguna manera es perfectamente comprensible porque ningún poder #1 ha cedido con gracia su posición al poder en ascenso", escribió Kishore Mahbubani, ex embajador de Singapur ante la ONU y consultor geopolítico.

Pero esa, de ser la razón, no es la única para el aparente cambio de opinión.

Desigualdad

"La globalización fue genial en muchos sentidos porque sacó a mucha gente de la pobreza, pero en casi todos los países de la OCDE se vio un aumento dramático de la desigualdad, que fue más aguda en el mundo angloamericano", le dijo a la BBC Rana Foroohar, autora y comentarista del Financial Times en Nueva York.

Sin techo, en Hollywood, Estados Unidos.

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Sin techo, en Hollywood, Estados Unidos.

En pos de más ganancias y menos costos, las empresas abandonaron sus lugares de origen, a menudo acabando con estilos de vida y provocando perdidas de empleo masivas, para saltar de lugar en lugar, de acuerdo a su conveniencia.

Eso desató una "competencia fiscal en el mundo, con los países sintiéndose presionados por la necesidad de reducir particularmente los impuestos corporativos para atraer inversiones", señaló Minouche Shafik, presidente y vicerrectora de la London School of Economics.

Y esta carrera a la baja en los impuestos es uno de los puntos débiles de la globalización pues, como dijo Goldin, "aumentó la desigualdad porque los gobiernos tenían menos dinero para gastar".

"Se necesitan ingresos fiscales para modernizar las economías e invertir en educación, habilidades e infraestructura para que poder competir en un mundo globalizado".

Todo un círculo vicioso.

"Garantizar que las personas puedan llegar a donde están los trabajos, con viviendas asequibles, sistemas de transporte y plazas escolares disponibles, es vital para abordar las desigualdades generadas por el comercio y el cambio tecnológico".

La incapacidad para distribuir sus beneficios más equitativamente, junto con la pérdida de empleos y el estancamiento económico, hizo que muchos sintieran que la globalización los dejaba vulnerables y sólo beneficiaba a una pequeña élite.

"Esa creciente desigualdad creó la política del nacionalismo que creo que fue responsable en gran parte del ascenso de Donald Trump en EE.UU. y al menos parcialmente responsable del Brexit, así como del nacionalismo que se ve en Europa y algunos de los problemas en varios otros países del mundo", según Foroohar.

Donald Trump con bandera atrás

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"Hay la sensación de que el sistema de mercado global terminó siendo tan ajeno a los intereses de los electores en los países democráticos que ahora hay una reacción violenta a ese sistema".

Por eso, dirigentes de todas las corrientes políticas están dándole la espalda a la globalización.

Hecho en casa

Pero además del afán de aliviar el descontento, también están los riesgos.

"Preocupaciones de seguridad nacional están afectando el comercio de ciertos bienes", señaló Shafik.

"Lo que estamos viendo ahora es una segmentación en la que algunos mercados se rigen más por la política que por la economía".

Un gran ejemplo son los chips semiconductores de gama alta que, como señala Foroohar, son "esencialmente el petróleo digital para la economía mundial".

"El 92% de todos esos chips se hacen en Taiwán. Eso es producto de la globalización: era más barato hacerlos allí y muy fácil, siempre y cuando todo lo demás funcionara".

Pero dado el nivel de tensión entre China y Taiwán, "ahora es un problema".

Una oblea de silicio en exhibición en la Institución de Investigación de Semiconductores de Taiwán de 2022 en Hsinchu.

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Una oblea de silicio de la Institución de Investigación de Semiconductores de Taiwán.

Es una muestra de que tiene sentido tener más de un proveedor y garantizar que la seguridad nacional no dependa de empresas de un solo país, pero está lejos de ser la única.

"Debe inquietarnos depender de un país como China para los insumos críticos, ya sean las tierras raras que se necesitan en las baterías para la energía renovable o paneles solares", señaló Zanny Minton Beddoes, editora de la revista The Economist.

"En algunas áreas, creo que hay una razón para tener cadenas de suministro más amplias.

"Lo que me preocupa es que esa lógica de política industrial se arraigue, se extienda y se sienta que cada parte de la economía es estratégica, que cada fábrica en cada industria tiene que ser apoyada y que cada país tiene que tener todos los elementos de la cadena de suministro.

"Y eso es lo que creo que vemos ahora, con tantos países enamorados de la política industrial y queriendo hacer todo en casa".

Si esa es la situación en EE.UU. y Europa, ¿cuánto le preocupará a Asia?

La nueva CIA

"El siglo XXI va a ser el siglo asiático; ahí estará el centro de gravedad de la economía mundial", afirmó el consultor geopolítico Mahbubani.

"El motor de crecimiento del mundo será la nueva CIA, y CIA significa China, India y ASEAN, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.

"Su población combinada es de 3.400 millones de personas".

Corredor de un centro comercial con miles de bolsas colgadas en Yantai, provincia de Shandong, en el este de China, 2023.

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Corredor de un centro comercial con miles de bolsas de tiendas colgadas en Yantai, China, 2023.

Lo que es particularmente sorprendente escuán rápido ha crecido la clase media en esa región.

"En el año 2000, la población de clase media era de solo 150 millones, pero para 2020 creció a 1.500 millones. Y para 2030 crecerá hasta alcanzar los 3.000 millones.

"Será uno de los mercados más grandes del mundo. Si no participas en élcavas tu propia fosa".

Dado que las relaciones comerciales tienden a ser recíprocas, si EE.UU. y Europa deciden comerciar menos con China, ¿comenzará Asia a desglobalizarse poniendo más barreras comerciales?

"Este será en el mayor ecosistema económico por ser el área de libre comercio más grande del planeta. Pero también comerciaremos con países lejanos", le respondió Mahbubani a la BBC.

"Solo para darles un ejemplo concreto: Brasil, que está mucho más cerca de EE.UU. que de China, hace 20 años tardaba un año en exportar US$1.000 millones a China; ahora tarda 72 horas.

"Así que no son únicamente las naciones asiáticas las que comercian entre sí".

"Reglobalización"

En cualquier caso, según la directora de la OMC, hay esperanzas para los defensores de la globalización.

"El fin" escrito en página con máquina de escribir

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Quizás no.

"Los datos comerciales del comercio de mercancías aún no muestran esta fragmentación: el comercio entre China y EE.UU., entre China y la UE, entre la UE y EE.UU. sigue siendo bastante sólido.

"Así que estamos hablando de tensiones geopolíticas", precisó Okonjo-Iweala, y urgió: "No dejemos que se manifiesten en términos reales"

"Estamos en un momento difícil en el mundo con las vulnerabilidades que hemos visto en las cadenas de suministro durante la pandemia y esta guerra en Ucrania, pero podríamos aprovechar la oportunidad para construir resiliencia", aseguró.

Para eso sería necesaria "la diversificación de las cadenas de suministro y la desconcentración de la fabricación a los países en desarrollo que no han tenido la oportunidad de ser incluidos en esta riqueza global y la creación de empleo que tuvo lugar bajo la primera ola de globalización.

"Del mismo modo, la capacitación de los pobres de los países ricos para que también puedan beneficiarse.

"Eso es lo que llamamos 'reglobalización' en la OMC, una globalización más inclusiva".

¿Será posible hacer en la época de las vacas flacas lo que no se hizo durante la de las gordas?

¿O será demasiado tarde para acordarse de los olvidados de la globalización?

fuente: bbc.com

“El statu quo puede ser desafiado”: Noam Chomsky stars

El destacado intelectual estadounidense vuelve a abordar temas que cruzan el escenario mundial y habla de factores que aceleran “el Reloj del Apocalipsis hacia la medianoche”.

Polychroniou. “Truthout”. 09/01/2023. Noam Chomsky es profesor emérito de los departamentos de lingüística y filosofía del MIT, así como profesor galardonado de lingüística y presidente en el programa Agnese Nels Haury de Justicia Ambiental y Social en la Universidad de Arizona. Es uno de los académicos más citados a nivel mundial y un intelectual al que millones consideran un tesoro nacional e internacional. Chomsky ha publicado más de 150 libros sobre lingüística, pensamiento político y social, economía política, estudios de medios, política internacional estadunidense y asuntos internacionales. Sus más recientes obras son “Autoridad ilegítima: Enfrentando los desafíos de nuestro tiempo”, “La retirada: Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder de EU”(con Vijay Prashad, The New Press, 2022) y El precipicio: Neoliberalismo, la pandemia y la urgente necesidad por el cambio social(con C. J. Polychroniou, Haymarket Books, 2021).

Al entrar al nuevo año quiero comenzar esta entrevista pidiéndote que resaltes los más grandes desafíos que enfrenta hoy nuestro mundo y que nos expliques si estás de acuerdo en que el progreso humano, si bien en ciertos aspectos es real y sustancial, no es parejo…y tampoco inevitable.

La forma más fácil de responder es con el Reloj del Apocalipsis (un reloj simbólico establecido en 1947 por la junta directiva del “Boletín de Científicos Atómicos” de la Universidad de Chicago que usa la analogía de la especie humana, en el que la medianoche representa la destrucción de la humanidad). Ahora estamos a 100 segundos de la medianoche y seguramente tendremos aún menos tiempo cuando se reajuste dentro de algunas semanas, lo que de seguro sucederá si consideramos todo lo ocurrido el año pasado. Los desafíos de enero pasado siguen a la cabeza de la lista: guerra nuclear, calentamiento global y destrucción ambiental, así como el colapso de los foros para el discurso racional, que son la única esperanza para señalar los desafíos existenciales. Hay otros, pero analicemos estos.

Washington acaba de acceder a proveer a Ucrania con misiles “Patriot”: si éstos funcionarán o no es discutible, pero Rusia asume el análisis del peor escenario posible y los considera un objetivo, por lo que son blanco de un eventual ataque ruso, lo que es un paso más hacia una escalada.

Ese no es el único escenario ominoso en Ucrania, pero las amenazas de que se avanzará hacia una guerra impensable no sólo están ahí, sino que son un peligro que alcanza a la costa de China, particularmente porque (Joe) Biden ha declarado virtualmente la guerra contra Pekín, mientras el Congreso está enardecido y al borde de destruir la ambigüedad estratégica que ha mantenido la paz con respecto a Taiwán los últimos 50 años.

Aún sin proceder, la amenaza de una guerra terminal se ha incrementado, lo mismo que las tontas e ignorantes aseveraciones de que esto no debe preocuparnos.

Ahora hablemos del medio ambiente. En cuanto al calentamiento global, las noticias van de lo atroz a lo horrendo, pero hay algunos destellos de luz. La Conferencia para la biodiversidad es un paso mayor hacia limitar la destrucción letal del ambiente. El apoyo es casi universal, aunque no total. Un Estado se negó a firmar: ese que tiene valores atípicos, el Estado más poderoso en la historia del mundo. El Partido Republicano, fiel a sus principios, se rehúsa a apoyar cualquier cosa que pueda interferir con su poderío privado y sus ganancias. Por razones similares, Estados Unidos (junto con Andorra) se niega a firmar los Protocolos de Kioto sobre el calentamiento global, lo que motivó un desastroso fracaso en cuanto a tomar acción, lo que ha reducido la perspectiva de escapar de la catástrofe.

No quiero sugerir que el resto del mundo es pura santidad; está muy lejos de serlo. Sin embargo, la hegemonía global realmente resalta.

Vayamos al tercer factor que acelera el Reloj del Apocalipsis hacia la medianoche: el colapso de los foros para el discurso racional. La mayor parte de la discusión de este perturbador fenómeno se enfoca en los exabruptos de las redes sociales, las locas teorías de conspiración, QAnon, las elecciones robadas y otros hechos peligrosos que en gran parte se pueden rastrear hasta la destrucción del orden social bajo los martillazos de una guerra de clases que ha ocurrido en los últimos 40 años. Pero al menos tenemos un sobrio y razonado dominio de la opinión intelectual liberal que ofrece alguna esperanza al discurso racional.

¿Pero realmente lo tenemos?

Lo que vemos en este dominio a menudo desafía nuestras creencias y es objeto de ridículo fuera de los disciplinados círculos occidentales. Por ejemplo, los reportes de los temas internacionales desde el establishment nos informan sobriamente que derrotar a Rusia reforzará el principio de que atacar a otro país no quedará impune.

El reporte se refiere al principio que se ha enarbolado incluso cuando somos nosotros los agentes de la agresión, una noción que emerge sólo entre quienes cometen el crimen imperdonable de aplicarnos los principios que nosotros valientemente exigimos a los demás. Es difícil imaginar que esta noción nunca haya surgido en la cultura dominante. Parece que no es fácil de encontrar.

Lo que a veces ocurre es tan estrambótico que uno tiene el derecho de preguntarse qué hay detrás, cuando es evidente que quienes escriben esas noticias no saben lo que están diciendo. Por ejemplo, ¿cómo puede uno reaccionar a un artículo titulado No existe evidencia concluyente de que Rusia esté detrás del ataque a Nord Stream, que explica que los líderes mundiales se apresuraron a culpar a Moscú de las explosiones a lo largo del gasoducto submarino, pero muchos funcionarios occidentales dudan que el Kremlin sea el responsable, afirmando que los rusos lo hicieron para estrangular el suministro de energía para millones de personas en todo el continente?

Es bastante cierto que Occidente se apresuró a culpar a Rusia, pero eso es tan novedoso como el hecho de que cuando cualquier cosa sale mal, los apparatchiks rusos se apresuran a culpar a Estados Unidos. De hecho, la mayor parte del mundo reconoció de inmediato que los rusos eran el sospechoso menos probable. No ganan nada con destruir un valioso recurso que les pertenece. La compañía estatal Gazprom es la principal propietaria y promotora de los gasoductos, y Rusia cuenta con ellos para obtener ganancias e influencia. Si quisieran estrangular el suministro de energía, lo único que tienen que hacer es cerrar algunas válvulas.

Las partes cuerdas del mundo también reconocieron de inmediato que el culpable más probable es quien tiene el motivo y la capacidad. Los motivos de Estados Unidos no están a discusión, los han proclamado abiertamente durante años. El presidente Biden explícitamente informó a sus contrapartes de Alemania, de manera muy pública, que si Rusia invadía Ucrania el gasoducto sería destruido. Tampoco está a discusión la capacidad de Estados Unidos, incluso sin considerar las importantes maniobras navales estadunidenses que tuvieron lugar en la zona del sabotaje poco antes de que éste ocurriera.

No obstante, llegar a la conclusión evidente es tan absurdo como suponer que el noble principio de que atacar a otra nación no puede quedar impune pueda aplicarse a Estados Unidos cuando ataca a Irak o a cualquier otro país. Es indescriptible.

El elemento cómico del encabezado: No hay evidencia concluyente de que Rusia esté detrás del ataque a Nord Stream, es la traducción orwelliana que apunta a la abrumadora evidencia de que Rusia no fue quien ejecutó el ataque, sino Estados Unidos.

La respuesta más plausible es la técnica al ladrón, al ladrón un recurso de propaganda muy familiar: cuando te atrapan con la mano en el bolsillo de alguien, nunca lo niegues, pues es muy fácil refutarte. Mejor apunta a alguien más y grita: Al ladrón, al ladrón, para así aceptar que existe un robo, al tiempo que se dirige la atención de todos hacia un perpetrador imaginario. Funciona muy bien. La industria del combustible fósil lo ha practicado con eficiencia durante años, como lo hemos discutido.

La técnica del al ladrón, al ladrón, funciona aún mejor cuando se le embellece con las técnicas acostumbradas que hacen que la propaganda estadunidense sea mucho más efectiva que la burda versión totalitaria: promover el debate para mostrar lo abiertos que somos, pero siempre dentro de nuestros estrechos márgenes para que el mensaje de la propaganda se adopte por presuposición, lo que es mucho más eficiente que la aseveración. Así, para resaltar el hecho de que hay escepticismo sobre la depravación rusa, ostentamos al mismo tiempo la libre y abierta sociedad que somos, y de esta manera establecemos con mayor profundidad la ridícula afirmación que el sistema propagandístico trata de instaurar.

Existe, de seguro, otra posibilidad: tal vez segmentos de las clases intelectuales están tan inmersas en el sistema de propaganda que en verdad no son capaces de percibir el nivel de absurdo que hay en lo que dicen.

De cualquier forma es un crudo recordatorio del colapso de la arena del discurso racional, justo donde esperábamos que ésta pudiera ser defendida.

Desgraciadamente, es demasiado fácil continuar.

En resumen. Las tres razones por las que el reloj está a 100 segundos para la medianoche se reforzaron brutalmente el año pasado. No es una conclusión reconfortante, pero es ineludible.

Los científicos nos advierten que el calentamiento global es en este momento una amenaza tan grande a nuestra existencia que la civilización se dirige a una catástrofe mayor. ¿Son útiles las visiones apocalípticas sobre la temperatura del planeta? ¿Qué será necesario para lograr una acción climática exitosa, tomando en consideración que la nación más poderosa de la historia es un Estado insolente que lleva al mundo al colapso ecológico, como lo dijo acertadamente George Monbiot en un artículo de opinión publicado en The Guardian?

El programa de la Universidad de Yale sobre el clima y la comunicación ha llevado a cabo estudios sobre cuál es la mejor forma de hacer que la gente comprenda la realidad de la crisis que enfrenta la humanidad. Existen otras, desde diversas perspectivas.

Es una labor de particular importancia, sobre todo en el Estado insolente que lleva al mundo al colapso ecológico. También es una labor difícil, debido al negacionismo que existe no sólo en algunos círculos, sino que ha sido casi la política oficial del Partido Republicano desde que esta organización extremista sucumbió a la ofensiva del conglomerado energético Koch, lanzada cuando el partido se aproximaba a un viso de cordura durante la campaña por McCain en 2008. Cuando los leales del partido escuchan a sus líderes, y a su cámara de eco mediática, les aseguran que no se preocupen, no es fácil convencerlos de lo contrario. Aunque el Partido Republicano es el extremo, no es el único que maneja este mensaje.

Parece ser del consenso general que los pronunciamientos apocalípticos no son útiles. La gente, normalmente, o los deja de escuchar o se rinde: Es demasiado para mí. Lo que parece tener más éxito es enfocarse en la experiencia directa y en pasos que pueden tomarse, incluso si son pequeños. Es un camino muy difícil de seguir para quienes tienen consciencia de la enormidad de la crisis. Pero los esfuerzos para llegar a la gente pueden ser hechos a la medida para tomar en cuenta su entendimiento y a sus preocupaciones; de otra manera podemos caer en un precipicio de pontificación egoísta.

En otra entrevista discutimos los objetivos y los efectos del capitalismo neoliberal. Ahora, el neoliberalismo es a menudo vinculado con la globalización, pero es bastante obvio que el último es un proceso multidimensional que existe desde mucho antes del ascenso del neoliberalismo. Por supuesto, actualmente la forma dominante de globalización es la neoliberal, aunque esto no quiere decir que la globalización deba estructurarse en torno a políticas y valores neoliberales o que se deba pensar que no hay alternativa. Desde luego, existen continuas luchas por todo el mundo por el control democrático sobre los estados, mercados y corporaciones. Mi pregunta es, ¿se trata de una utopía pensar que el statu quo puede ser desafiado y que otro mundo es posible?

La globalización simplemente significa integración internacional. Puede tomar muchas formas. La globalización neoliberal, ejecutada sobre todo durante los años de (Bill) Clinton, se diseñó de acuerdo con los intereses del capital privado, con una gran variedad de acuerdos altamente proteccionistas diseñados para defender a los inversionistas, que fueron disfrazados de libre comercio.

Eso no fue de ninguna manera inevitable. Tanto el movimiento laborista y la Oficina de Investigación del Congreso (la Oficina de Evaluación Tecnológica, OTA) propusieron alternativas encaminadas hacia los intereses de los trabajadores. Éstas fueron ignoradas sumariamente y la OTA se disolvió, según algunas fuentes, debido a que el Partido Republicano de Newt Gingrich la consideró sesgada en su contra, pero también los nuevos demócratas clintonianos pudieron haber compartido ese sentimiento sobre los hechos y sus razones. El capital floreció, incluido el sistema financiero más depredador. El movimiento trabajador se vio seriamente debilitado y las consecuencias resuenan hasta el presente.

La globalización puede tomar cualquier forma, al igual que ocurre generalmente con los acuerdos económicos. Existe una larga historia de esfuerzos por separar el dominio político del económico, y este último se concibe como puramente objetivo, como la astronomía, guiado por especialistas en profesiones relacionadas con la economía e inmune a la voluntad de los ciudadanos de a pie, particularmente los trabajadores.

Un nuevo estudio de Clara Mattei argumenta de manera muy persuasiva que esta dicotomía, que normalmente toma la forma de programas de austeridad, ha sido el principal instrumento de la guerra de clases durante un siglo y ha pavimentado el camino hacia el fascismo, lo cual fue muy bienvenido por líderes de opinión de la élite occidental y causó entusiasmo entre los libertarios.

Sin embargo, no hay razón para aceptar esta mitología. El dominio político en el sentido más amplio incluye el activismo laboral, entre otros movimientos populares, y puede dar forma al sistema económico para que beneficie a la gente en vez de a las ganancias y al poder privados. El ascenso de la democracia social ilustra eso muy bien, pero tampoco hay que aceptar la tácita hipótesis de que la autocracia capitalista es una ley de la naturaleza. Como dice Mattei: O las organizaciones populares se mueven más allá de las relaciones capitalistas (hacia la democracia económica) o la clase dominante reimpondrá su mandato.

El statu quo puede ser desafiado. Sin duda, un mundo mejor está a nuestro alcance. Hay muchas razones para hacer honor al lema del Foro Social Mundial: Otro mundo es posible, uno mucho mejor, y dedicar nuestros esfuerzos para volverlo realidad.

Fuente: elsiglo.cl

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